10 julio 2012

... y ahora qué ?


El día que llegó a Mexico, deportada por la Garita Puerta México, era media tarde y caía una triste lluvia, queda y larga, traía sólo lo que portaba puesto.
Su corazón estaba muy agitado, pues pensaba en sus hijos que había dejado en Los Ángeles, sólo los había encargado con una amiga mientras hacía unas compras en el super, a dos cuadras de su casa, pero al estar dentro del centro comercial, vió caras llenas de terror corriendo sin rumbo fijo, gritando cosas que no alcanzó a entender, hasta que un agente de Migración la jalonea del brazo haciéndola caer al piso, gritándo cosas que no entendía.
Trardó tres días en ser deportada, fué hasta que llegó al Madre Asunta cuando por fin pudo comunicarse con su amiga, y entre llanto y desespración le contó lo que había pasado, que ya estaba a salvo en Tijuana y que quería regresar para estar con sus hijos. Se enteró que si regresaba y la Migra la volvía a detener, sería enviada a la cárcel por 10 años, y sintió un miedo intenso, un miedo desconocido, pues ella pensaba que Los Ángeles era su ciudad de origen, tenía 25 de 32 años viviendo ahí, lo conocía como la palma de su mano, ahí había estudiado, ahí estaban sus amigos, ahí habían nacido sus hijos, ahi esperaba envejecer y ver crecer a sus tres hijos, de hecho, no tenía recuerdos de México, no conocía la ciudad donde había nacido, no conocía a los familiares de que decían tenía en Michoacán.
Cuando llegan sus hijos, fué una felicidad grande, lloraba a gritos agradeciendo a Dios el tenerlos de vuelta, los abrazaba y los besaba, el más grande tenía 10 años, el otro tenía 7 y la bebita tenia 3 años, ninguno hablaba español.
Por medio de los servicios que brinda el albergue, consiguió un trabajo y un lugar donde vivir con sus hijos y una de las tareas que se propuso fué encontrar una escuela para su hijo, pero . . . . . era a mitad del ciclo escolar y no lo aceptaban en ninguna scuela, no tienía acta de nacimiento, no hablaba español, ni siquiera sabía usar el dinero mexicano y la Sra. Blanca, en su desesperación solo se preguntaba: ¿y ahora qué?

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