01 julio 2010

¡Me declaro culpable de no ser blanco!

C O N F E S I Ó N
Por Alberto León

¡Me declaro culpable de no ser blanco! Soy el autor intelectual y material del homicidio en primer grado de la sacrosanta raza pura. Con mis ojos negros, mi cabello azabache y mi piel morena he arrancado desde la raíz el absurdo ideal de una sociedad perfecta compuesta por miembros rubios, altos y ojizarcos. Y por si esto pareciera poco, confieso ser también un defensor infatigable de la lengua española, cualquier intento de hacerme renunciar a mi idioma está condenado al fracaso, antes me dejo cortar la lengua que pronunciar de por vida la palabra “amor” con una palabra y un acento impuestos.

Acepto todos los cargos que se me imputan, al fin y al cabo no son más que meros cumplidos. No hay acusación que me acorrale, ni pena que me acobarde. Hasta ahora he vivido promoviendo la paz entre los hombres teniendo como base la tolerancia y la eliminación de los prejuicios, y seguiré haciéndolo a pesar de los embates del racismo y la xenofobia. La ignorancia extremista no tiene porqué reinar en el mundo, ni los hombres de bien porqué arrodillarse ante ella.

¡Cuánto disfruto pasear frente a las coloradas narizotas de los impecables hijos de la blancura! Es un placer ver como desvían la mirada cuando los ataco con un saludo amable y sincero o con una sonrisa indulgente y conciliadora. Hasta he sentido el deseo de invitarles un café para mostrarles cuán educado soy. ¿Que es un acto de provocación? ¿Que puedo inducirlos a manchar sus marmóreas manos con mi sangre morena? ¿Que les afeo el día con mi presencia?... Sí y qué. Más afean ellos la vida con su estupidez. Más afean ellos la existencia con sus sembradíos de odio y terror. En su afán de homogeneizar a la humanidad han caído en lo irracional, en lo descabellado. Quieren hacer del blanco el color oficial de la piel. ¿Acaso la humanidad sería mejor si todos fuéramos de un solo color? ¿Dejarían de existir la envidia, el egoísmo, el rencor, la animadversión, la hostilidad, por el simple hecho de ser todos blancos? ¿No es el color del espíritu lo que determina la inferioridad o superioridad de alguien y no el pigmento de la piel? ¡Muerte a la locura racista! ¡Muerte a la repulsiva retórica del odio! ¡Que en donde los hombres son segregados y perseguidos por motivo de su color, el odio se convierte en la fuerza motriz de las leyes!

Llegará el tiempo –porque tiene que llegar– que no será necesario hacer ningún llamamiento para levantarse en contra del racismo y sus partidarios; en ese entonces todos los hombres gozarán de una relación armónica, fraterna, humana; en ese entonces por la tierra no se oirán las voces que promueven la discordia y la división; en ese entonces los hombres de las distintas razas caminarán agarrados de la mano hacia la felicidad eterna. Sí, me veo en ese mundo; sí, me veo departiendo entusiastamente con gente de todas las razas, de todos los orígenes, de todas las nacionalidades. Sí, me veo fundiéndome en cariñoso abrazo con el blanco y con el negro y con el amarillo y con el piel roja, consolidando así la unidad que hoy no existe. Las barreras raciales como producto de la inmadurez habrán sido derribadas.

Lo digo una vez más por si quedara asomo de duda, ¡soy culpable de no ser blanco y también de no ser retrógrada! Y mientras viva defenderé mi culpabilidad.




tomado de Alberto león

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