¡Bienaventurados los constructores de paz! (cf. Mt 5, 9), así dice el Señor. Para los cristianos, la búsqueda de una comunión fraterna entre los hombres tiene su fuente y su modelo en Dios, uno en la naturaleza y trino en las Personas. Deseo de corazón que todas las comunidades eclesiales compuestas por emigrantes y refugiados y por los que los acogen, encontrando estímulos en las fuentes de la gracia, se esfuercen incansablemente por construir la paz. Nadie debe resignarse a la injusticia, ni dejarse abatir por las dificultades y las molestias.
Si son muchos los que comparten el "sueño" de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los inmigrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en "casa común".
Juan Pablo Segundo
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