01 noviembre 2007

La sangre de todos los migrantes derramada en las fronteras


La sangre de todos los migrantes derramada en las fronteras,
es como la Sangre de Cristo que clama justicia...

¡No más fronteras mortales!

Sino, un mundo de paz y fraternidad.



¿Sabías que en trece años del Operativo Guardián murieron 4,500 migrantes y el año pasado el más joven que se murió por deshidratación era de 2 años?[1] Números, gráficas, estadísticas, cruces e infinitos nombres y migrantes no identificados que fallecieron a lo largo de las fronteras de Estados Unidos y México, la verdad ¿qué significa esto para nosotros como Iglesia, como sociedad y como gobierno?

Cada paso de un migrante en su caminar, es un paso “aparentemente” a una vida digna, a una vida junto con sus queridos familiares, es un paso a un nuevo amanecer… pero tristemente, en el camino encuentran espinas de extorsión y abusos de toda clase. Desde su identidad como mujer y hombre, niños y niñas que pierden su inocencia moral y confianza al prójimo, pobreza de respeto a la dignidad humana y miles de horas de trabajo hasta esclavizarse, ellos y sus familiares, para poder pagar las deudas adquiridas. Los 4,500 migrantes no lograron el nuevo día porque encontraron la muerte. Sólo dejando sus huellas o en algunas ocasiones ni siquiera un rastro. El caminar, aún en medio del dolor, es signo de esperanza, cuando ese camino tiene un sentido: vencer el odio, la pobreza, la discriminación… caminemos juntos.

Preguntamos ¿Qué pretende el gobierno vecino usando sus millones de dólares en crear muros que detienen a quien tiene el rostro de Cristo necesitado? Parece que su inteligencia no les permite entender que esa barda la encontrarán ellos al querer entrar en el Reino de los Cielos… un reino de comunión.


[1] Boletín de Prensa de Coalición Pro Defensa del Migrante, A.C.

Recordamos hoy, aunque con un corazón lastimado, pero, con la fuerza de un amor transformador, a todos los hombres y mujeres que regresaron a la casa del Dios Padre. Que ésta conmemoración de los difuntos nos sirva para eternizar sus memorias en el camino de la esperanza.

Nosotros como pueblo de Dios, la Iglesia peregrina, inspirémonos en la actitud del buen samaritano[1] a ayudar al migrante más necesitado. Del mismo modo, a denunciar cualquier tipo de desfiguración al rostro humano, imagen semejante de Dios[2]. Ten la seguridad que si asumimos un compromiso de solidaridad como de una semilla de mostaza[3] a favor de nuestros hermanos y hermanas migrantes, no sería imposible vivir en un mundo de paz, justicia y fraternidad.


[1] Lucas 10,25.

[2] Génesis 1,27.

[3] Mateo 17, 20.

Hna. Maria Arlina Barral Arellano, mscs

Pastoral de Migrantes, Arquidiócesis Primada de México

2 de noviembre del 2007


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